“Yo creo que has
llegado a ser reina para ayudar a tu pueblo en este momento”. Ester 4:14 (NVI)
Crecimos enriqueciendo nuestra imaginación con cuentos de hadas,
reinas y princesas. Si ya eres madre, seguramente narrarás las mismas historias
a tus hijas. Disfrutarás cuando se
disfrazan con tus zapatos de tacos, pintan sus labios y visten tus vestidos
como queriendo hacer realidad algo que sólo es posible en la fantasía. Ester no
habrá quedado afuera de estos deseos infantiles, más allá de que la vida la
había privado de una madre que pudiera narrárselas. Era huérfana y de nacionalidad judía, un
verdadero problema en época de esclavitud. Lejos, muy lejos estaba de hacer
realidad ese sueño de niña ¿No te parece? Pero lo cierto es que, en ese imperio
persa, un día el rey la iba a mirar a ella más que a ninguna y de ser una joven
marginal y discriminada pasó a ser la reina del imperio. ¿Qué me dices? Dios tenía
previsto este “Cuento de hadas” (que no fue un cuento). Él acomodó las circunstancias de tal manera,
para que el pueblo judío se salvara del perverso decreto emitido por un asesino
como Amán, quien tramaba un inminente genocidio.
Amigas, al igual que Ester, Dios nos puso en una
posición de privilegio en nuestra comunidad.
No solamente para disfrutar de los beneficios de la Gracia (aunque eso
es maravilloso) sino para que miremos a nuestro alrededor y que más allá de los
impedimentos que encontremos en el camino, nos comprometamos con la justicia
social, la ayuda y nos opongamos a la opresión de los pobres y de los
marginados. Ester apeló a su autoridad de reina para interceder por su pueblo,
nosotras tenemos la autoridad de Cristo para colaborar en sus propósitos.
UNA PAUSA EN TU VIDA MUJER © Copyright 2016 por Miriam Martini
Elevadas a reinas para servir
como siervas.
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