¨Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz; pidiendo, como lo hizo Dios, en este mundo pecador tal y como es, y no como me gustaría que fuera; creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien si yo me entrego a Tu voluntad; de modo que pueda ser razonablemente feliz en esta vida e increíblemente feliz Contigo en la siguiente. Amen. “Seguramente habrán leído esta oración para la Serenidad. Así se llama. Más allá de las contradicciones, muchos coinciden en atribuir la autoría al teólogo americano: Reinhold Niebuhr quien fuera ordenado ministro de la Iglesia evangélica, luego pastor en Detroit hasta 1928 y después docente en el seminario teológico de Nueva York (1930-1960). Demostró la unión entre el liberalismo político y la teología bíblica. Sus ideas claras acerca de la igualdad y la justicia social combinaban sus enseñanzas con el evangelio.
La aceptación es una virtud. Muchas veces, esta palabra es confundida con conformismo y resignación como si fuera sinónimo de debilidad y pasividad. Sin embargo, aceptar la realidad tal como es incluye, ser esta persona determinada, con este carácter y no otro, con este temperamento, entre otros que existe, estas fuerzas, estas debilidades, estas habilidades y estas limitaciones. Aceptar mis posibilidades como así también mis límites. Implica entender que somos seres finitos y no omnipotentes. ¡Cuántos viven angustiados deseando ser otros! Insatisfechos, enojados con su historia y frustrados por lo que desearían ser y tener y no pueden. En ese espacio pierden de vista la realidad de sus posibilidades. Hacernos cargo de nuestra existencia y estar de acuerdo con nosotros mismos es el primer paso para comenzar a cambiar lo que necesitamos cambiar. Dios ofrece los recursos y acompaña esa experiencia.
La resiliencia parte de este primer estado de aceptación. No puedo crear nuevas posibilidades si no acepto la realidad que tengo.
El psiquiatra y psicoanalista Boris Cyrulnik divulgó este concepto que extrajo de los escritos de John Bowlby. Es un término que se toma de la resistencia de los materiales que se doblan sin romperse para recuperar la situación o forma original. Por ejemplo, un arco que se dobla para lanzar una flecha, o los juncos bajo la fuerza del viento. Cuando un sujeto o grupo es capaz de hacerlo, se dice que tiene una resiliencia adecuada y puede sobreponerse a contratiempos o incluso resultar fortalecido por estos. Actualmente, la resiliencia se aborda desde la psicología positiva, la cual se centra en las capacidades, valores y atributos positivos de los seres humanos, y no en sus debilidades y patologías, como lo hace la psicología tradicional. El concepto de resiliencia se corresponde aproximadamente con el término «entereza». Es superar algo y salir fortalecido y mejor que antes.
• Ana Muñoz, motivadora personal amplia estos conceptos:
Características de las personas resilientes
Las personas resilientes poseen tres características principales: saben aceptar la realidad tal y como es; tienen una profunda creencia en que la vida tiene sentido; y tienen una inquebrantable capacidad para mejorar.
Además, presentan las siguientes habilidades:
• Son capaces de identificar de manera precisa las causas de los problemas para impedir que vuelvan a repetirse en el futuro.
• Son capaces de controlar sus emociones, sobre todo ante la adversidad y pueden permanecer centrados en situaciones de crisis.
• Saben controlar sus impulsos y su conducta en situaciones de alta presión.
• Tienen un optimismo realista. Es decir, piensan que las cosas pueden ir bien, tienen una visión positiva del futuro y piensan que pueden controlar el curso de sus vidas, pero sin dejarse llevar por la irrealidad o las fantasías.
• Se consideran competentes y confían en sus propias capacidades.
• Son empáticos. Es decir, tienen una buena capacidad para leer las emociones de los demás y conectar con ellas.
• Son capaces de buscar nuevas oportunidades, retos y relaciones para lograr más éxito y satisfacción en sus vidas.
El modo de pensar de las personas resilientes
Las percepciones y los pensamientos influyen en el modo como la gente afronta el estrés y la adversidad.
El estilo de pensamiento de las personas resilientes se caracteriza por ser realista, exacto y flexible. Cometen menos errores de pensamiento (como la exageración o sacar conclusiones precipitadamente, sin evidencias que las corroboren) e interpretan la realidad de un modo más exacto que las personas menos resilientes.
Los beneficios de la resiliencia
Las personas más resilientes:
• Tienen una mejor autoimagen
• Se critican menos a sí mismas
• Son más optimistas
• Afrontan los retos
• Son más sanas físicamente
• Tienen más éxito en el trabajo o estudios
• Están más satisfechas con sus relaciones
• Están menos predispuestas a la depresión
LA Palabra de Dios nos deja ejemplos de personas que fueron resilientes. Una de ellas fue el apóstol Pablo. En Filipenses capítulo 4 dice: “He aprendido a contentarme cualquiera sea mi situación, se vivir humildemente y se tener abundancia, en todo y por todo estoy enseñado, así para tener hambre como para padecer necesidad. . todo lo puede en Cristo que me fortalece.
También en 2 Corintios 11:24 al 33, también describe situaciones críticas de las que él salió ileso, por la Gracia de Dios. También la historia de Jose o de Abraham o de David, son ejemplos de resiliencia.
Si bien hay personas que naturalmente tienen la habilidad de sobreponerse a las crisis con más habilidad que otros, por sus temperamentos o por los recursos con los que cuenta, para aquellos que creemos en Jesús, contamos con EL RECURSO que es Cristo en nosotros. Su poder y su fortaleza, nos provee de aquello que no tenemos. Implica, confianza en su Persona, pero más aún, descanso en que sus planes para nosotros son perfectos más allá de todo.
Cuanto más lugar damos a su Espíritu en nosotros, más viable ser poder enfrentar las crisis propias de la vida.
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