viernes, 10 de junio de 2016

Cuando sientas que Dios te falla

 Salmo     18:1-4
¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía!
El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador;
       es mi Dios, el peñasco en que me refugio.
       Es mi escudo, el poder que me salva,
       ¡mi más alto escondite!
Invoco al Señor, que es digno de alabanza,
       y quedo a salvo de mis enemigos.
      4 Los lazos de la muerte me envolvieron;
       los torrentes destructores me abrumaron.
¿Cómo se sostiene la fe y la confianza en Dios cuando las cosas no salen bien? ¿Cómo confiar en un Dios que permite un mundo lleno de faltas, de injusticias y de contradicciones? ¿Dónde quedaron esos hombres como Sadrac, Mesac Abed Nego, Jose, Moisés, Abraham, Jeremías, Isaías? ¡Y tantos otros que hicieron cosas extraordinarias siendo hombres ordinarios, simplemente porque le creyeron a Dios!
Creo que en este mundo podemos encontrar diferentes personas con distintas experiencias de relación con Dios. Están los que le creen pase lo que pase y desarrollan una fe enorme y contundente. Por otro lado, aquellos que no tienen fe. Que no pueden creer, no les es posible aceptar racionalmente ni espiritualmente la existencia de Dios. También están los que una vez creyeron, depositaron su fe en lo que Dios es; pero las circunstancias contrarias o las oraciones no respondidas como esperaban, hicieron erosión en esa fe y luego dejaron de creer como antes. Por ultimo están los que dicen creer, creen creer, pero lo cierto es que nunca pusieron a prueba esa fe y mantienen una comodidad y acostumbramiento que la llaman fe, pero que solo la prueba podría ponerla a “Prueba”.
No sé en qué grupo te anotas, pero hoy intentaremos reflexionar juntos con respecto a nuestras convicciones, a nuestro conocimiento de Dios y a nuestro modo de desarrollar la fe. Pregúntate antes de continuar: ¿Le crees a Dios? ¿Cómo puedes comprobar en tu vida que Dios Es lo que dices que Es? Quizá sepas y conozcas sus atributos, pero no sean una experiencia real en tu vida.
Creo que hemos desarrollado una idea errónea de Quien “Es” Dios y lo hemos limitado a Quien nosotros creemos que “Debería” ser. En esa lógica, Dios debería hacer del mundo un lugar feliz, sin guerras, sin injusticias y sin dolor. Nos gustaría pensar una larga vida libre de dolor y donde todo lo que deseamos pueda cumplirse. Es más, nos enseñaron que Dios es nuestro Padre y que todo lo que pedimos orando en Su nombre Él lo da. Nos dijeron que El Todo lo puede. Que Todo lo Sabe, que es Fiel. Que no Falla nunca. Que no ama la injusticia. Que nos guarda. Que nos cuida. Que, si nos entregamos por completo, Él nos sostendrá y no nos dejará en deuda. Pero en nuestro diario vivir, muchas veces, todo esto que “Sabemos” es puesto a prueba y lo que sentimos es todo lo contrario a lo que nos dijeron o lo que alguna vez pudimos creer. Entonces, nos desanimamos, dudamos de todo, nos enojamos con Dios porque sentimos que nos falló.
Otros, en cambio, fortalecen su fe en medio de la confusión, de la persecución, y hasta de las torturas o el dolor físico. Ejemplos hay muchos: Corrie tem Bom, prisionera en los campos de concentración nazi. La única sobreviviente de toda la familia. Murió siendo fiel a Dios y dando testimonio de la protección y del amor de Dios en medio de sus torturas. Joni Earekson Taba quien quedara cuadripléjica a los 17 años de edad. Si bien pasó dos años deprimida y dudando de todo, cuando superó su prueba se convirtió en una importante conferencista, motivadora, y escritora para dar testimonio de su fe. Nick Vujicic, quien naciera con una agenesia de sus 4 extremidades, sin explicación alguna excepto el hecho de ser una mala formación. A pesar de esto y de haber pasado momentos de depresión en su infancia, superó el dolor y desarrolló una vida normal. Se casó, tuvo dos hijos y hoy es uno de los motivadores más importantes de la historia.  Podríamos mencionar a muchos más. Contemporáneos y no contemporáneos. Hombres y mujeres que fortalecieron su fe en vez de deprimirla. ¿Qué hace la diferencia? Quizá revisar la mirada que tenemos acerca de Dios, nos ayude a entender su soberanía sobre nosotros y sobre este mundo. Si recorremos los evangelios veremos la posición que Jesús tomó frente al dolor humano. Siempre se conectó con el dolor.  Se entregó por nuestro dolor y concretó así la unión con la humanidad. El respondía a las tragedias humanas con compasión. No las evitó, pero las enfrentó con compasión. El también sufrió, se compadeció, lloró, se enojó, se indignó, denunció las injusticias, defendió a los pobres, y estuvo ahí donde el dolor humano se hacía presente. No siempre encontraremos respuestas suficientes ni explicaciones que nos satisfagan. Pero la fe se hará más fuerte en medio de esos lugares de la experiencia que no nos agradan. Una cosa es creer En Dios y otra muy distinta es creerle A Dios. A veces se nos va la vida, haciendo cosas para Dios, pero nos olvidamos que primero Dios tiene que Ser alguien en nuestras vidas, o nos desgarramos en actividad para ir a Dios con las manos llenas de servicio, olvidándonos que Dios nos recibe con las manos vacías. Oramos y clamamos, pero no dedicamos tiempo a escucharle. Aprendemos la doctrina de memoria, pero nos olvidamos de la Fe verdadera. Cumplimos sus mandatos pero no revisamos nuestro corazón. Entonces cuando de Fe se trata, tambaleamos. Lo que un momento parecía claro, de repente ya no lo es y las reglas y las doctrinas por si solas no sostienen ni protegen ante las sorpresas de la vida o ante los imprevistos.
Si no nos dejamos abrazar por Su Gracia, si no experimentamos la Gracia, será difícil creer en Dios.

De todas formas…Dios cree en nosotros.


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