viernes, 15 de abril de 2016

INFANTILISMOS

Cuando lo que es cosa de niños se evidencia en la vida de los grandes…
No sean niños en el modo de pensar. 1.Corintios 14.20
Ser adultos no siempre es cuestión de edad. Muchos mecanismos de la infancia traspasan la barrera del tiempo y aparecen en nosotros para eludir las responsabilidades y desafíos de la vida diaria. Ejemplos de esto son el infantilismo y la victimización, como modos de evasión. La inmadurez es pretender, que, ya siendo adultos, igualmente gocemos de los privilegios de niños. La victimización es la tendencia a sentirse damnificado. Resolver todas las contradicciones y dificultades sintiéndose como una víctima.  Los responsables siempre son los demás. Muchas personas se perciben a sí mismas como incapaces para asumir compromisos, reparar errores, aceptar las pérdidas y dar giros propios del crecimiento o de las nuevas etapas de la vida. Se casan, pero siguen dependiendo de sus padres para todas las decisiones. No se casan porque temen enfrentar ser esposos. Se casan y postergan la paternidad porque no quieren perder la comodidad de la vida de novios eternos. Se reciben y son profesionales, pero no logran insertarse en lo laboral porque es mejor depender económicamente de los padres. Tejen tramas vinculares atravesadas por celos, críticas y egoísmo tal como los niños se manejan. Mayormente una gran necesidad de protección subyace a este modo de ser.
Hoy se habla de una adolescencia prolongada. Y los padres se asemejan a sus hijos en vestimenta y diversiones. Las reacciones de los adultos ante las circunstancias de la vida se vuelven caprichosas y reaccionarias como las de los niños. Asumir responsabilidades asusta y nadie se hace cargo de lo que se hace o se deja de hacer.
La negación, la proyección, la victimización son mecanismos propios de una versión infantil de uno mismo.
En el Edén, Adán respondió de una manera infantil a su problema. La mujer que me diste  como compañera, ella me dio y yo comí.
Así una y otra vez, de generación en generación se sigue repitiendo la historia.

Dejemos lo que es de niños y avancemos a la madurez. Desarrollemos un carácter maduro, adulto, que pueda hacer frente a todos los contratiempos de la vida dando a cada circunstancia el sentido y el significado que tienen. Somos responsables de las cosas que realizamos. Dios promete en su Gracia capacitarnos, fortalecernos y darnos de Su poder para que más allá de lo inevitable e incomprensible, podamos asumir responsabilidades y consecuencias. Así creceremos, aprenderemos y seremos renovados en nuestra manera de ver las cosas. En vez de evadir, enfrentar. En vez de ponernos en víctimas, ser protagonistas y responsables

No hay comentarios:

Publicar un comentario