viernes, 29 de abril de 2016

Conductas autodestructivas: #1 Síndrome de autoagresión

Y si el Espíritu de aquel que levanto de los muertos a Jesús mora en ustedes, el que levanto de los muertos a Jesús vivificara también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en ustedes. Romanos 8.11

Nos referimos a un conjunto de conductas caracterizadas por episodios reiterados de descarga de angustia sobre sí mismo. El cuerpo se transforma en el receptor de estas descargas pasando directamente la vida emocional al cuerpo como dejando una huella visible de lo que el alma esconde.
Si buceamos un poco antropológicamente o culturalmente, la flagelación del cuerpo estaba ligada religiosamente a un castigo. Una manera de pagar por algún mal hecho. Los azotes, eran métodos de tormento. Para la iglesia católica durante el periodo de la inquisición la mortificación del cuerpo fue un modo de purificar el alma, de pagar pecados.
El ascetismo, (Negar los placeres del cuerpo materiales para purificar el espíritu) era la forma de mortificar el cuerpo como vía de santificación del alma. Era unirse a la pasión de Cristo y participar en sus sufrimientos y redención por privación o por padecimientos.
 Podríamos escribir muchísimo más acerca de esta distorsión religiosa y filosófica que el ser humano culturalmente ha sostenido y trasmitido en algunas comunidades y que aún hoy se sigue creyendo y practicando de diversas maneras. Pero lo cierto es que el día de hoy muchos adolescente y jóvenes (también algunos adultos) siguiendo una línea algo parecida, lastiman su cuerpo. Se infligen cortes en los brazos hasta sangrar. Se clavan sus uñas. Se tiran y quitan mechones de cabello. Se golpean la cabeza. Se provocan quemaduras en última instancia hablaríamos hasta de suicidio ¿Qué extraño placer puede encontrar alguien en realizarse semejante daño? ¿Por qué una persona llega a conducirse así? ¿Qué busca? ¿Qué le falta? ¿Qué piensa al hacer esto? Estas y otras preguntas son las que surgen cuando nos paramos frente a esta realidad.
Detrás de este síndrome hay un corazón lastimado. Un desorden en la vida emocional y en la imagen de sí mismo. Hay también algo del orden de la culpa inconsciente. Un predominio de la pulsión de muerte. Un dolor que no cesa y que sangra o necesita sangrar para sentirse vivo.
Si analizamos un poco nuestro contexto, cada vez el adolescente o el joven (no se eximen los más adultos también) necesita dejar “marcas”, casi todos y todas usan tatuajes en alguna o varias partes del cuerpo. Los piercings, los expansores en las orejas, colores en el pelo y grafitis en todas las paredes aparecen como murales de una sociedad que necesita dejar una marca. En cierto orden lastimarse también “deja marcas” porque los procesos identificatorios en la adolescencia están fallando. Si a este contexto social en crisis se le suma la angustia de otros dolores, a veces el resultado es infligir en autolesiones a modo de extender en el cuerpo el sufrimiento del alma.
No es fácil salir de estos estados, pero estamos seguros de que no es imposible. Lo primero es poder reconocer el problema y definirlo como un problema en la salud física pero también emocional y espiritual. Negarlo o pensar que “Ya se va a pasar” solo arriesga la posibilidad de encontrar la salida. Luego es importante buscar ayuda. Si te sientes identificado con esta problemática, necesitas hacérselo saber a alguien con autoridad y empatía para comprenderte y acompañarte.

Desde nuestra mirada, aseguramos que el encuentro con Jesús puede curar todas tus heridas. Primeramente, las de tu corazón que llora en silencio, pero luego cada herida de tu alma puede encontrar restauración en la amistad y en los brazos del Señor. Él puede ser padre, madre, hermano y amigo. Hacerte conocer la paz y el amor que necesitas para sentirte seguro contenido y conectado con la vida. El lleva las marcas de tu dolor, no hace falta que vos las lleves. 


viernes, 22 de abril de 2016

Conductas autodestructivas

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; Yo he venido para que tengan vida. Juan 10.10
Comenzamos de esta manera una serie de estudios incluidos bajo el título de conductas autodestructivas. No nos proponemos hacer una investigación profunda del mismo sino abrir un espacio de lectura de reflexión y de posibilidad de cambio y da salud emocional y espiritual. A modo de introducción decimos que…
Algunas personas incurren en conductas que no son muy buenas ni saludables para ellas. La búsqueda de placer inmediato trae como consecuencia hacerse daño sin quererlo muchas veces. Comer en exceso, elegir el sufrimiento, agredirse físicamente, consumir sustancias, ingesta de pastillas no recetadas   por un clínico, descuido de la salud, son entre otras, manifestaciones de conductas autodestructivas. Detrás de estas evidencias, existe una persona lastimada, agredida y desvalorizada. Sin autocontrol y con un monto de impulsividad que ha ganado terreno poco a poco. Lamentablemente hasta el suicidio entra en la escalera descendente hacia la destrucción de sí mismo. Es triste y desalentador pensar que esto puede suceder, pero lo cierto es que ocurre y más de lo que te imaginas. El sufrimiento de quienes padecen este desajuste emocional y afectivo raras veces se comparte. Se sufre en soledad. Almas tristes que necesitan castigarse a sí mismas para sentirse vivas.
Quizá tú seas una de esas personas. El sentido de compartir esta lectura es para que sepas que no estás solo. Puedes compartir tu carga. La lucha en soledad aumenta tu desesperanza ¿Te descontrolas cuando algo se te frustra? ¿Tus impulsos te lastiman si algo te sale mal? Entonces, estas en problemas amigo. Necesitas ayuda. No te engañes. El enemigo confundirá tus pensamientos. Te llevará a un lugar de acostumbramiento y de rendición para que no luches más. Solo el amor, la valoración y el perdón de Jesús harán nuevas todas las cosas. Él puede reparar tu corazón lastimado, devolver lo que la tristeza te robó y construir más allá de lo que hoy percibas como destruido. El propósito del encuentro con Jesús es darte vida y vida en abundancia. Acompañarte, estimarte y darte un sentido distinto a tu concepto de ti mismo. No le entregues al enemigo la autoridad de tus impulsos. Deja que Cristo tome el control y te devuelva esa autoridad para que crezcas en amor hacia Dios, hacia ti mismo y hacia los otros.


Entre los individuos que mueren por suicidio, entre el 50% o el 60% han manifestado alguna vez alguna conducta autodestructiva. ¡No le quitemos importancia!


viernes, 15 de abril de 2016

INFANTILISMOS

Cuando lo que es cosa de niños se evidencia en la vida de los grandes…
No sean niños en el modo de pensar. 1.Corintios 14.20
Ser adultos no siempre es cuestión de edad. Muchos mecanismos de la infancia traspasan la barrera del tiempo y aparecen en nosotros para eludir las responsabilidades y desafíos de la vida diaria. Ejemplos de esto son el infantilismo y la victimización, como modos de evasión. La inmadurez es pretender, que, ya siendo adultos, igualmente gocemos de los privilegios de niños. La victimización es la tendencia a sentirse damnificado. Resolver todas las contradicciones y dificultades sintiéndose como una víctima.  Los responsables siempre son los demás. Muchas personas se perciben a sí mismas como incapaces para asumir compromisos, reparar errores, aceptar las pérdidas y dar giros propios del crecimiento o de las nuevas etapas de la vida. Se casan, pero siguen dependiendo de sus padres para todas las decisiones. No se casan porque temen enfrentar ser esposos. Se casan y postergan la paternidad porque no quieren perder la comodidad de la vida de novios eternos. Se reciben y son profesionales, pero no logran insertarse en lo laboral porque es mejor depender económicamente de los padres. Tejen tramas vinculares atravesadas por celos, críticas y egoísmo tal como los niños se manejan. Mayormente una gran necesidad de protección subyace a este modo de ser.
Hoy se habla de una adolescencia prolongada. Y los padres se asemejan a sus hijos en vestimenta y diversiones. Las reacciones de los adultos ante las circunstancias de la vida se vuelven caprichosas y reaccionarias como las de los niños. Asumir responsabilidades asusta y nadie se hace cargo de lo que se hace o se deja de hacer.
La negación, la proyección, la victimización son mecanismos propios de una versión infantil de uno mismo.
En el Edén, Adán respondió de una manera infantil a su problema. La mujer que me diste  como compañera, ella me dio y yo comí.
Así una y otra vez, de generación en generación se sigue repitiendo la historia.

Dejemos lo que es de niños y avancemos a la madurez. Desarrollemos un carácter maduro, adulto, que pueda hacer frente a todos los contratiempos de la vida dando a cada circunstancia el sentido y el significado que tienen. Somos responsables de las cosas que realizamos. Dios promete en su Gracia capacitarnos, fortalecernos y darnos de Su poder para que más allá de lo inevitable e incomprensible, podamos asumir responsabilidades y consecuencias. Así creceremos, aprenderemos y seremos renovados en nuestra manera de ver las cosas. En vez de evadir, enfrentar. En vez de ponernos en víctimas, ser protagonistas y responsables

viernes, 8 de abril de 2016

No hables, di algo!!

Mucho se escribe y se seguirá escribiendo acerca de la comunicación eficaz. Métodos, reglas prácticas y cuentos alusivos al tema abundan. Lo cierto es que cada vez las personas se entienden menos. En realidad, comunicarse es un verdadero arte. Entre lo que uno dice y el otro escucha hay un mundo infinito de significados. Será por eso que los malos entendidos, las incomprensiones y las discusiones erosionan hasta los vínculos más seguros. Los silencios que se llenan con supuestos, las cosas que no nos animamos a decir para que nadie se enoje. Lo que se nos dice, pero no queremos escuchar. Las palabras que lastiman y las emociones que no se contemplan en el medio. Todos son indicadores de desconexión entre dos mundos, el mundo del quien habla y el de quien escucha. Santiago propone dos movimientos, dos tiempos distintos:
Pronto para oír, tardo para hablar. Santiago 1.19rápidos para escuchar y lentos para hablar. Es como si nos estuviese diciendo: ¨Tómense su tiempo¨ Para poder oír y tener una escucha dispuesta será necesario silenciar otros ruidos. Estar receptivos a lo que alguien nos dice y evitar estar a la defensiva. Abrirnos a la escucha con humildad y sin poner juicios de valor apresurados, nos facilitará el entendimiento. Por otra parte, hablar es más que decir algo. Y oír más que escuchar. Hablar, conversar, dialogar no es un asunto lineal sino espiralado, circular. Ir más allá de las palabras es entrar en una dimensión emocional con el otro que nos une y nos transforma.
Quizá tu mundo de relaciones hace tiempo que empezó a dar señales de distanciamiento y falta de comprensión. Posiblemente las ocupaciones, la falta de tiempo o los des-tiempos han desgastado el encanto del diálogo y de la comprensión mutua. La comunicación es un proceso dinámico que conduce al descubrimiento y al aprendizaje. Cuando todo esto falla, el resultado es la soledad y el aislamiento. Recuerda, los pasos de esta danza son oír de la mejor manera y hablar de modo que te entiendan.

Habla de tal manera que otros amen escucharte. Escucha de tal manera que otros amen hablarte.