“Una mujer de mala fama, que vivía en aquel pueblo, supo que
Jesús estaba comiendo en casa de Simón. Tomó entonces un frasco de perfume muy
fino y fue a ver a Jesús.”. Lucas 7: 37
Percibimos el mundo a través de nuestros sentidos. Lo que vemos, lo que oímos, lo que tocamos y
lo que comemos tienen su base receptora de información en nuestro cerebro. De
todos los sentidos, el olfato es el que viaja directamente a la amígdala y al
córtex olfatorio diciéndonos con rapidez qué es lo que olemos. A veces las
cosas huelen mal. Otras veces huelen tan
bien que nos deleitan y evocan a deleitosos cafés, chocolates, galletas dulces,
vacaciones en el mar o el recuerdo de un día de lluvia y tierra mojada. Es más,
algunos estudios comprueban que las mujeres tienen más sensibilidad en sus
narices que los hombres.
Amiga, yo no sé si la mujer de Lucas capítulo 7 tenía
toda esta información científica. Lo que sí se sabe es que al enterarse que Jesús
estaba en la casa de Simón el fariseo, interrumpió portando un costoso perfume
entre sus manos una reunión de hombres a la cual obviamente no había sido
invitada. Una vez en medio, ungió con ese perfume los pies del Señor y el
ambiente se aromatizó con esa fragancia costosa, carísima. Como tenía mala fama
y encima había sido muy inoportuna, fue criticada por el dueño de casa y
menospreciada una vez más por la sociedad. Pero no por Jesús quien le dice al anfitrión:
¿“VES a esta mujer?”. Donde muchos
habían visto a una pecadora, Jesús vio a una MUJER. Una mujer que necesitaba
ser mirada, amada y perdonada por el Maestro. Y así se fue, distinta a como
entró. Perdonada, restaurada y con el recuerdo de un perfume que siempre
evocaría a un encuentro de amor, de recibimiento, de Gracia y de Perdón.
UNA PAUSA EN TU VIDA MUJER © Copyright 2016 por Miriam Martini
Nunca eres inoportuna para
Dios y Su perdón puede ser tu mejor perfume.
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