Una cosa es el cuerpo real y otra
el cuerpo que creemos tener. El esquema corporal no es lo mismo que el cuerpo
que en realidad tenemos sino el que internalizamos a lo largo de nuestra
historia. Es difícil, el día de hoy, encontrar a muchas personas que estén
totalmente de acuerdo con su cuerpo. O porque “sobra” o porque “falta” se crea
una distancia en parte consciente y en parte no, entre lo real y lo ideal. Y
nuestro YO lucha entre este tironeo. Si a esto le sumamos los avatares de la
presión social, de las modas y del estándar de belleza existentes, más
complejidad aún. Claro está que, en estos tiempos, delgado es hermoso y
atractivo y gordo es feo y rechazado. O…delgado es “bueno” y gordo es “malo”.
Se construyen significados detrás de este maniqueísmo dicotomizando al mundo
entre “delgados buenos y gordos malos” a los que se agregan otros calificativos
también.
Habíamos abordado en temas anteriores,
la problemática de las conductas autodestructivas en general. Como factor común
en sus diversas manifestaciones encontrábamos algo del orden de lo tanático, de
la muerte, en cada una de ellas. Los problemas con la alimentación no escapan
de esta dinámica tampoco. Tanto dejar de comer como comer en exceso son dos
caras de la misma moneda. En el caso de la “delgadez” la lógica inconsciente
es: Ser es ser imposiblemente delgado, no serlo es no ser. Por el contrario, en
el exceso y la obesidad ser es estar imposiblemente completo, no estarlo es no
ser.
En ambos casos hay un objeto en
juego: el alimento. Por control o
por falta de control el cuerpo es dañado y no solamente el cuerpo, sino que las
tramas vinculares, las costumbres, los lazos afectivos, la organicidad y sin
duda el espíritu humano.
En ambos casos también, el lugar
del vacío está en juego. O por generarlo
o por llenarlo completamente. De un modo o de otro, está presente en el sujeto.
Podríamos pensar muchos otros aspectos
psicológicos y/o emocionales que interfieren en este modo de agredirse o de destruirse,
pero la idea es arrimar algunas generalidades para pensar el engaño que el
enemigo coloniza en los pensamientos de aquellos que caen en esta trampa sin
dejar de confiar en que más allá de eso, las promesas de Jesús pueden sanar y
restituir lo que es nuestro por creación divina.
Las conductas autodestructivas
relacionadas con los trastornos de alimentación son comúnmente:
- anorexia
- bulimia
- ortorexia
- drunkorexia
- vigorexia
- permarexia
- la pica
- potomania
- obesidad
- diabulimia.
En todos los casos hay diferentes
factores que intervienen en la construcción de estas patologías.
Las mismas están atravesadas por
factores psicológicos, dinámicos y/o estructurales también. Factores interpersonales,
disfunción en el vínculo materno especialmente y por supuesto otros vínculos
también. Factores sociales, culturales y factores espirituales.
Nos llevarían páginas enteras
describir cada caso. No es mi intención realizar un estudio en profundidad de
esta problemática sino abrir conciencia para pensar y reflexionar en lo
peligroso que es caer en esta trampa. Cuando nuestros pensamientos y nuestro
modo de vivir el vínculo con la comida o con el cuerpo se enferma de alguna de
estas formas, evidentemente necesitamos ayuda profesional.
Más allá de esto, necesitamos
construir una relación de amor con el creador de nuestro cuerpo. Entender que
somos creación de Dios, Somos hechura suya y fuimos creados con un propósito.
Ninguna misión podremos llevar adelante con un cuerpo enfermo y que no controla
con dominio propio una distancia optima entre el alimento y la salud. Nuestros
cuerpos son las herramientas que Dios nos dejó para disfrutar, servir a otros y
conectarnos con su persona y la naturaleza. Si no ponemos en orden esta
prioridad, el enemigo se encargará de dejarnos esclavos del cuerpo. Jesús vino
para librarnos de la esclavitud y llevarnos a una vida de libertad. Sin
ataduras. Sin exigencias inalcanzables. Con la verdad y del lado de la salud.
Con la felicidad de gozar de lo que podemos y disfrutar de la vida y del
alimento porque eso es lo que a él le agrada y lo que nos da una vida en
plenitud.
“Es don de Dios que todo hombre coma y beba y goce el bien de toda su labor”
Eclesiastés 3:12-13
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