Siguiendo con la serie de reflexiones que
consideramos con las conductas autodestructivas, la “Adictiva” es una de ellas
también.
Las adicciones, en tanto hábitos
compulsivos, constituyen conductas que son peligrosas para la salud emocional,
física, psíquica y también social. Algo de la falta de control de sí mismo
también en juego como cuando hablábamos de la alimentación. Cuando una persona
no puede dejar de depender de un objeto (sustancia) actividad u otra persona más
allá de saber que eso está siendo malo para su salud, entonces estamos frente a
una conducta adictiva y autodestructiva. Lo que genera, es un estado caótico de
la vida. Provoca la reducción del abanico de intereses y de posibilidades del
sujeto. Todo comienza a girar en bases a ESO que no puede dejar y acomoda toda
la experiencia a no perderlo. Porque cuando no lo tiene, desespera, se
descontrola. ESO se vuelve Su vida.
Algunos autores han definido la
adicción según ciertos criterios:
- · Compulsión hacia cierta conducta
- · Deterioro en la capacidad de controlar dicha conducta
- · Malestar y alteración emocional cuando esa conducta es impedida por algún factor
- · Persistencia en dicha conducta más allá de la evidencia de su nocividad para el sujeto.
Ahora bien…nos preguntamos
también aquí ¿Qué hace a un individuo capaz de sostener estos mecanismos tan
fallidos de su personalidad?
Lo cierto es que cierto placer o
bienestar inmediato se alcanza. Este sentimiento tapa, encapsula, la angustia,
el malestar y las incompletudes anímicas, psíquicas y emocionales.
Ahí donde es insostenible la
soledad, la tristeza, la falta de seguridad personal, el sentimiento de fracaso
o la insatisfacción entra la sustancia, otra persona u otra actividad que
obtura la posibilidad de elaborar dicha angustia, generando un placer
inmediato.
Cualquier conducta adictiva
evoluciona hacia el deterioro. No se avanza sosteniendo una adicción, sino que
se lastima mucho más el cuerpo, el espíritu, las relaciones sociales.
En vez de
tapar un agujero, el
agujero se hace cada vez más grande y se necesita más dependencia. Es un círculo
vicioso pero que va hacia abajo y no hacia arriba.
Algunos rasgos que hacen a la
personalidad adictiva son:
- · Impulsividad
- · Rigidez en el modo de pensar. Es todo o nada
- · Engaño. Mienten y se mienten a sí mismos
- · Clandestinidad. Falta de autenticidad
- · Agresividad. Violencia
- · Desorganización
¿Qué se oculta detrás de una
personalidad adictiva? En términos generales (porque cada caso es particular),
baja tolerancia a la frustración, dificultades en la comunicación, debilidad yoica,
miedo a no pertenecer, falta de organización y planificación de vida.
Vivimos en una cultura que
habilita, naturaliza y promueve dichas conductas.
Pero más allá de todo este
malestar, el verdadero problema y la raíz de este mal radica en la desconexión
del sujeto con lo que el Evangelio es y con lo que cree de sí mismo y de Dios.
El evangelio crea confrontación
con la cultura alrededor nuestro y dentro nuestro. Dios creo al hombre a Su
Imagen y Semejanza, para que disfrute de la creación de sí mismo y sobre todo
para que le adore. Él es Santo, Puro, Bueno, Justo y provee la Gracia
suficiente para que alcancemos la Paz, la comunión con Su persona y la vida
abundante a través de Cristo
Debido a que Dios es esto,
nosotros le PERTENECEMOS A EL pero cuando nuestra reacción al
Evangelio es
hacer las cosas como nos parece a nosotros y como nos conviene, es ahí donde lo
incorrecto, lo inadecuado, lo que no nos hace bien surge, emerge y se
desarrolla lo que por naturaleza ya está en nosotros.
Si sometemos todos lo que somos y
lo que deseamos a Su voluntad no habrá daño sino salud completa y satisfacción.
“En todos los esfuerzos para servirnos a nosotros mismos, en realidad
nos estamos rebelando contra el Único que puede darle satisfacción a nuestra
alma.” David Platt.
El Señor es misericordioso y
compasivo, lento para enojarse y lleno de amor inagotable. El Señor es bueno
con todos. Desborda compasión sobre su creación. Salmo 145.9-10
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