Todas las
culturas a lo largo de la historia han dejado huellas de sus costumbres en
ciertos rituales de celebración como modo de transmisión de identidad y de
preservación de la existencia a través del tiempo.
Tal es así que en Cochabamba, Bolivia existe. LA PUERTA DEL SOL (INTI PUNKU) ES UNO DE LOS MONUMENTOS MÁS IPMORTANTES DE LAS RUINAS ARQUEOLÓGICAS DE TIAHUANACO, QUE EXALTA LA IMPORTANCIA DEL SOL EN LA CULTURA INCAICA...
Allí se
celebra una experiencia de espiritualidad muy fuerte aun hoy en día, el pueblo
Aymara se reúne una vez al año a cielo abierto y descalzos, miran al naciente
para recordar que cada día el Sol nace y se renueva el don de la vida en la
Tierra. Con su luz y calor, el Sol, nos recuerda que Dios renueva la vida y
todo se activa en la naturaleza cuando hay Luz. Dirigirse al naciente es un gesto receptivo de lo nuevo del día.
Pero luego
dejan de mirar al naciente y miran al poniente
para recordar que también cada día el Sol se pone y termina un día, un
ciclo. Mirar al poniente es un gesto de
entrega.
Ambos
gestos son necesarios y complementarios a la vez para mantener el equilibrio
justo en el ciclo de la vida, en la naturaleza.
Quizá la
invitación de esta reflexión está hecha a quedarnos o detenernos un poquito más
mirando al poniente. La fecha del año nos invita a entregar. Estamos cerrando
un ciclo, un año y con esto también hay un “sol que se pone” otra vez más, como
pasa con los días, hay una etapa que cierra, un proyecto que termina una nueva
despedida.
Lamentablemente
vivimos tan intensamente la cultura del instante y del aquí y ahora que
perdemos la importancia de realizar cierres necesarios .Nos cuesta cerrar, nos cuesta entregar. Queremos
seguir teniendo todo todo el tiempo y no
perder nada , sacamos fotografías de cada momento, dejamos registrado en
frases, mensajes, redes todos lo que hacemos como modo de eternizarlo, de no
perderlo cuando la vida …porque así es
la vida…nos corre de algún lugar o nos saca algo que era importante para
nosotros…nos deprimimos, nos frustramos, nos enojamos con la situación,
generamos rencores, reproches demandas que no son ni más ni menos que modos
fallidos de retener imaginariamente aquellos que ya no está.
Un filósofo
contemporáneo llamado Kierkegaard explica la desesperación del ser humano
diciendo que: “El hombre esta tironeado
entre lo finito y lo infinito”. El hombre es finito pero tiene sed de infinito
y en algún momento descubre esa necesidad. El hombre está destinado a perderlo
todo y eso lo puede vislumbrar en el momento en que pierde UNA SOLA COSA o
APENAS ALGO. Eso lo conecta con la finitud de la vida, eso lo desespera.
Quizá por
esa angustia desesperada nos aferramos a las coas, a los proyectos a las
personas, a las circunstancias y si bien no es malo apegarnos, el peligro es
cuando esos apegos son tan desmedidos que no nos permiten soltar o tener las
cosas con las puntitas de los dedos en vez de tenerlas con los puños cerrados.
Hay una
escena en la Biblia que refiere al profeta Samuel en 1ºSamuel 15: 35 dice que
luego de haber Saúl desobedecido a Dios en Amalec al perdonarle la vida a Agag,
le fue retirada la unción y ya Samuel no lo veía más a Saúl, entonces Samuel lo
lloraba hasta que en el capítulo 16 Dios
mismo le dice a Samuel: “Hasta cuando lloraras a Saúl, habiéndolo yo desechado
para que no reine más en Israel?
Dios le
pide a Samuel que entregue, que suelte, que deje ir, que acepte que las cosas
terminan, que mire al poniente para cerrar una etapa para luego ir y ungir a un
nuevo rey que sería David.
Esa es la
clave, mirar al poniente es la única manera de dejar ir al Sol para que el otro
día pueda existir un nuevo amanecer.
Dios
renueva sus misericordias cada mañana.
El hace
nuevas todas las cosas.
Él le dio
al pueblo en el desierto el mana como señal de su novedad cada mañana. La orden
era comer el mana de hoy y no guardar para mañana quizá como un simbolismo ,
entre otros, de que cada día debe cerrar con lo que ese día trae y debo dejar
atrás lo viejo para poder recibir lo nuevo con fe y con confianza en que si
bien nosotros somos seres infinitos Dios es infinito y eterno. El no pierde la
continuidad.
Es parte
del plan de Dios que cerremos algo este año, pedile a Dios que te acompañe a
entregar aquello que ya debe irse y ponelo en el altar de la entrega con
alegría y con la certeza de que mañana habrá otro saliente porque Dios es
continuo y porque Él quiere que recibamos sus novedades con las manos abiertas
y con la mirada puesta a ese nuevo Sol de Su Gracia que todos los días sale
hasta la eternidad
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